"Nostalgia del pájaro vagabundo"
El fogonazo salió de la pulcata que habita en sus ojos. Pero nadie lo sintió.
Pájaro Vagabundo.
Bajo sus alas, se amotina de manera arbitraria el polvo que las personas y los automóviles levantan a su paso en las calles. También lleva adherido aquel polvo que se descuelga de un pasado ahora insomnio; el mismísimo polvo de Tus pies casi descalzos
que ya no quisieron andar.
Y el pájaro vagabundo, Huacarea relámpagos encabronados y agita las alas para sacudirse el polvo, pero ya es costra en su plumaje.
“…sostengo el pulso de mi canto;
tu recuerdo se agranda como un remordimiento
y el paisaje entreabierto se me cae de las manos.”
Se desborda la semilla del tiempo de Maples Arce en el pico del pájaro vagabundo, y la nostalgia se le confunde en la garganta con un torbellino de mezcal y rancios besos.
Las nubes comienzan a ser tragadas por la apatía y el tono pálido del cielo.
El Pájaro: Vagabundo, nunca se queda inmóvil, se arrastra lo arrastra la vida y el respirar de la ciudad. Porque está vivo. Porque de aquí es. Nada ajeno para él, y las calles, la tierra y el lomo gris de las avenidas, también las personas y otros vagabundos que buscan crear truenos, lo complementan de alguna forma.
La electricidad que corre después de la piel y antes de los huesos en la mayoría de los jóvenes compañeros.
El pájaro nunca se quedará inmóvil. Versos amarillos, versos rojos lo mantienen casi atado a este mundo, mientras, allá arriba en las ramas de los árboles ya duermen la noche cientos de pájaros no vagabundos.
que ya no quisieron andar.
Y el pájaro vagabundo, Huacarea relámpagos encabronados y agita las alas para sacudirse el polvo, pero ya es costra en su plumaje.
“…sostengo el pulso de mi canto;
tu recuerdo se agranda como un remordimiento
y el paisaje entreabierto se me cae de las manos.”
Se desborda la semilla del tiempo de Maples Arce en el pico del pájaro vagabundo, y la nostalgia se le confunde en la garganta con un torbellino de mezcal y rancios besos.
Las nubes comienzan a ser tragadas por la apatía y el tono pálido del cielo.
El Pájaro: Vagabundo, nunca se queda inmóvil, se arrastra lo arrastra la vida y el respirar de la ciudad. Porque está vivo. Porque de aquí es. Nada ajeno para él, y las calles, la tierra y el lomo gris de las avenidas, también las personas y otros vagabundos que buscan crear truenos, lo complementan de alguna forma.
La electricidad que corre después de la piel y antes de los huesos en la mayoría de los jóvenes compañeros.
El pájaro nunca se quedará inmóvil. Versos amarillos, versos rojos lo mantienen casi atado a este mundo, mientras, allá arriba en las ramas de los árboles ya duermen la noche cientos de pájaros no vagabundos.
El pájaro va de espaldas.
Tras un espejo:
la salida de este cuarto esconde tu rostro.
Tras un espejo:
la salida de este cuarto esconde tu rostro.
Ahora no vuela. Ahora quiere darle en la madre a la nostalgia pero ya le anda por los huesos. Y el pájaro se pierde en las calles en donde el recuerdo se vuelve sombra y junto con la nostalgia, más bien a él le dan en la madre. Pero no importa, el pájaro vagabundo no se calla, no deja de moverse; y si lo hace mejor clavar el pico, a dormir la noche.
El pájaro Vagabundo anda sobre tu hombro, lleva la felicidad de una canción a contrabajo y la caída ya sin alas desde el quinto piso.
El final de tus muslos.
Juntos van en esta marcha pero tú no quieres verlo y el pájaro decide reventarte al oído el aire de su caída. También te deja dos olas con sus respectivos gritos, y el desastre de un submarino clavado en la azotea de un cuarto en la ciudad.
Si por ti fuera seguro que ahí mismo le escupías ¿por qué no lo haces?
El pájaro Vagabundo escribe en la banca de un parque, mientras la voz de Janis Joplin sacude desde lejos los relámpagos que el pájaro esconde bajas las alas.
Te muerdes los Labios.
Ojala y ahora te mordieras los labios.
¿Quién mira al Pájaro Vagabundo?
¿Quién mira sus huellas que son el espectro de un árbol que ya no canta?
¿Quién mira el rastro de sus huellas? De donde nacen a chorros ritmos y notas para el polvo de las avenidas; para el polvo de Tus pasos.
El pájaro Vagabundo anda sobre tu hombro, lleva la felicidad de una canción a contrabajo y la caída ya sin alas desde el quinto piso.
El final de tus muslos.
Juntos van en esta marcha pero tú no quieres verlo y el pájaro decide reventarte al oído el aire de su caída. También te deja dos olas con sus respectivos gritos, y el desastre de un submarino clavado en la azotea de un cuarto en la ciudad.
Si por ti fuera seguro que ahí mismo le escupías ¿por qué no lo haces?
El pájaro Vagabundo escribe en la banca de un parque, mientras la voz de Janis Joplin sacude desde lejos los relámpagos que el pájaro esconde bajas las alas.
Te muerdes los Labios.
Ojala y ahora te mordieras los labios.
¿Quién mira al Pájaro Vagabundo?
¿Quién mira sus huellas que son el espectro de un árbol que ya no canta?
¿Quién mira el rastro de sus huellas? De donde nacen a chorros ritmos y notas para el polvo de las avenidas; para el polvo de Tus pasos.
Grita.
Grito hasta reventarme la voz.
El pájaro se confunde con una ráfaga de viento: de pronto aparece y así mismo se va. Pero busca, deja que salgan relámpagos de sus alas. Nunca se quedará inmóvil. Ahora anda.
“Al llegar te entregaré este viaje de sorpresas,
equilibrio perfecto de mi vuelo astronómico;
tú estarás esperándome en el manicomio de la tarde,
asi, desvanecida de distancias…”
Se alcanza a leer en la cola blanca del pájaro vagabundo. Siempre lleva el grito de Maples.
Pájaro Vagabundo que vive y va, ahora entre tus manos.
“Al llegar te entregaré este viaje de sorpresas,
equilibrio perfecto de mi vuelo astronómico;
tú estarás esperándome en el manicomio de la tarde,
asi, desvanecida de distancias…”
Se alcanza a leer en la cola blanca del pájaro vagabundo. Siempre lleva el grito de Maples.
Pájaro Vagabundo que vive y va, ahora entre tus manos.
(Gerardo Grande)
No hay comentarios:
Publicar un comentario